Declaración de Artista
Joaquín Restrepo (1984) es artista visual y escultor cuyo trabajo está influenciado por el estudio de la figura humana, las técnicas industriales, los procesos metalúrgico-escultóricos del último siglo y las prácticas expandidas del dibujo y de virtualidad.
Sus obras funcionan como arqueología de la expresión y la interioridad, estudios de cuerpo en el que utilizando materiales con potencial escultórico y con alcances en la vida cotidiana, estrechamente vinculadas a la sociedad industrial contemporánea, propone una visión personal y profundiza de experiencias significativas colectivas de los cuerpos: el gozo o el dolor en el gesto, por ejemplo. Restrepo a menudo toma eventos importantes de las sociedades industriales y de la historia de la representación como su punto de partida, profundizando en las cargas y tensiones entre cuerpo, espacio y subjetividad.
El trabajo de Restrepo dialoga constantemente con el pensamiento, la literatura y las teorías sobre la corporalidad y la producción material de la sensibilidad humana. Su intención es poner en escena, hacer de la vida cotidiana el teatro de la vida, elementos de sugestión corporal como constante reflexión de la presencia y la interioridad, por la que llega a plantear formas de la subjetividad, del cuerpo colectivo y de lo significativo interior como características de lo humano.
La obra de Restrepo formalmente profundiza en el conocimiento de la anatomía humana, el volumen y el gesto que dialoga entre los procesos de construcción de la ingeniería industrial del último siglo y el proceso de modelado por adición y sustracción propios de la tradición de la escultura. El método de trabajo de Restrepo da importancia al valor de la materia y el respeto al oficio, al conocimiento en el hacer y al trabajo del oficiante en lo que se nos permite intuir un proceso laborioso, dedicado y disciplinado. Este principio que, atraviesa y traslapa el conjunto completo de trabajo de Restrepo, revela su insistencia en la labor del hacer es una constante meditación que se detiene en el detalle, un concentramiento en búsqueda de la forma y por lo mismo, un ejercicio de pensamiento elaborado desde las habilidades y procedimientos del oficio. Es decir, a partir de la producción y entendimiento de los procesos técnicos, Restrepo abre la discusión sobre el sujeto que se piensa a sí mismo, su relación con el mundo y la posibilidad de éste al actuar en el mundo transformándolo mediante acciones, herramientas y tecnologías.
En concreto en su exploración sobre la gestualidad corporal de la que gozan cada una sus obras, los movimientos o las sutilezas de sus figuras, encontramos procesos de proyección de la comunicación motórico-afectivo y verbal que engloba la expresión dramática, y la reflexión sobre esta en el mundo. Este proceso de construcción invita al público a leerse de manera afectiva, que inquieta al cuerpo y a la subjetividad propia.
Biografía
Una obra en ámbar
Como una pieza de ámbar, que atrapa y resalta en su interior aquello que alguna vez sucedió, se presentan las obras de Joaquín Restrepo. La palabra “atemporal” casi siempre precede sus piezas. Ya que es una idea seductora, esta de trascender más allá del tiempo.
Esta pulsión por la atemporalidad no es un accidente, la vida e influencias del artista colombiano han devenido en un cuerpo de trabajo que refleja directamente la necesidad de crear arte que se reconozca tanto en el pasado como en el futuro. Nietzsche habla del amor fati, la realización de que la vida es un inevitable ciclo de repeticiones donde es más recomendable no pelear contra el destino sino aprender a amarlo. Se aprende a amar el destino porque se confía en que cada cosa nueva que llegue es, si no lo deseado, al menos lo que debe ser. Cuando una persona descubre a temprana edad su vocación creativa es fácil entender cómo desarrollarían esa confianza en el destino. De ahí en adelante todo se vuelve combustible e inspiración. Desde viajes durante la época escolar hasta el tiempo que pasaba conversando con los adultos de su familia (introvertido y apasionado por la historia desde pequeño) sin duda todo esto le dio forma a su aproximación al arte.
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En la adolescencia, cuando ya estaba creando sus primeras piezas, comenzaron a llegar los mentores que compartirán con Joaquín no solo sus saberes técnicos sino una apreciación por el proceso artístico. Primero fue Débora Arango (1907-2005), con quién Joaquín Restrepo compartió sus tardes después del colegio. Entablaron tal amistad y proceso de mentoría que llegaron incluso a colaborar en el último cuadro de esta transgresora artista.
Después llegó la artista estadounidense Ethel Gilmour (1940-2008). El tiempo que él pasó atendiendo a las clases de esta pintora no solo ampliaron el horizonte técnico de Joaquín Restrepo (collage y land art) sino su capacidad de adoptar diferentes perspectivas. No solo en ver cómo verían los otros, sino apreciar las formas en que las miradas ajenas pueden percibir el país propio.
Uno de los últimos mentores del artista fue David Manzur (1926). Manzur guió el proceso de aprendizaje del joven artista y le instauró una pasión profunda por el dibujo como forma de pensamiento. Durante este tiempo en Bogotá Joaquín se encontraba en la Facultad de Artes de la Universidad de los Andes.
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Aprender a amar el destino es una labor sisífica. Con el destino vienen también las malas experiencias, los momentos difíciles, los duelos deben convertirse, con el tiempo, en inspiración. Una y otra vez la persona debe enfrentarse a situaciones que de seguro preferiría no vivir. A lo largo de su vida profesional Joaquín Restrepo ha transformado diferentes momentos difíciles tanto de la historia del país como de su vida personal en arte. Ha convertido más de 10,000 cuchillos incautados por la policía colombiana en una pieza (ichthys) que le devuelve al público la capacidad de acercarse con curiosidad a objetos que en otro momento fueron usados para herir. Los fantasmas que lo atormentaban de niño en la casa de la infancia, la alienación y matoneo escolar cuando era joven, la muerte de su madre (quien vive como influencia perenne en su vida), el escultor colombiano transforma tristeza en piezas atemporales e icónicas como Miserere, que obtuvo uno de los precios más altos de la noche en el 2008 en la casa de subastas Christie’s de Nueva York en conjunto con la Fundación Corazón Verde.
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Amor al destino es aceptar con gracia el hecho de que los planes que se tenían al comienzo del 2020, viajes y exhibiciones, no sucederían porque una pandemia global se pondría en el camino. Las personas se vieron inesperadamente obligadas a enfrentarse a sí mismas y superar miedos para encontrar una mejor versión de ellos. Es adaptarse a los cambios con curiosidad, razón por la cual durante la cuarentena el artista se concentró en otra de sus pasiones que la falta de tiempo no le había permitido explorar a cabalidad: la tecnología; la programación y sus posibilidades. Latiendo por debajo de su amor al arte y en paralelo a su carrera artística, Restrepo siempre había albergado una insaciable curiosidad por la tecnología y cómo esta podría servir en función del arte. Sísifo nos habla de una labor interminable y ardua, pero es en el espacio antes del tope de la montaña donde los artistas pueden experimentar con su creatividad. Antes la atemporalidad de sus obras se evidenciaba en los materiales: bronces, hierro, maderas que imponían sus estructuras expuestas en los espacios donde eran instaladas. Hoy se encuentra en la capacidad de crear espacios multimediales digitales que vivirán por siempre en “el internet”.
Joaquín Restrepo crea piezas que inspiran a los observadores a enfrentarse a sus pensamientos. Son estructuras sobre las cuales se pueden colgar los miedos y aspiraciones personales, sin importar el tiempo o la persona que esté observando. Sintetizan la multiplicidad de experiencias que ha vivido el artista y presentan testimonio de la estabilidad que se puede obtener cuando se está en paz con el destino.
Estilo
El estilo del trabajo que Restrepo se desarrolla como un conjunto de experiencias, investigaciones y exploraciones que ponen en diálogo entre el gesto y la construcción subjetiva del cuerpo, heredadas de la historia del arte y el estudio de los grandes maestros, con las formas e impulsos industriales y arquitectónicos propios de las grafías del diseño de ciudades a lo largo del siglo XIX y XX. Su trabajo da lugar a presencias que ocupan cuerpos permanentemente en un tiempo que se vuelva en sí mismo, atemporal. Su propuesta se reconoce debido al tratamiento del soporte técnico, que le permite elaborar un lenguaje propio, fundado en la reinterpretación de elementos significativos de los procesos de la metalurgia con la plasticidad de la representación cuerpo humano. Sus propuestas se caracterizan por su profunda expresión gestual, la conciencia del valor de los detalles, como de los procesos y procedimientos de transformación de materias y la alta capacidad sugestiva que captura de experiencia humana.