Por: Julio César Guzmán

Artistas colombianos ya venden obras NFT, luego de que una pieza alcanzó 69,3 millones de dólares.

La semana pasada, una de las primeras piezas que el artista colombiano Joaquín Restrepo convirtió al novedoso formato digital NFT, que está revolucionando el mundo del arte, fue vendida a un coleccionista japonés por 1.700 dólares.

Suena poco si se compara con la histórica transacción que el 11 de marzo pasado significó un antes y un después en el mercado del arte digital: una colección de imágenes intangibles, abstractas, sin soporte físico alguno y certificadas por un NFT, fue subastada por Christie’s hasta lograr un valor de 69,3 millones de dólares.

“Eso es más de lo que nadie ha ofertado por obras de arte de Frida Kahlo, Salvador Dalí o Paul Gauguin –reportó con ironía el diario ‘The Wall Street Journal’–, y eso convierte a Beeple (su autor, de apenas 39 años) en el tercer artista vivo más caro después de Jeff Koons y David Hockney”.

Pero la venta del artista colombiano, si bien está lejos de esas cifras, puede convertirse en un hito dentro del incipiente arte nacional respaldado por ‘Tokens no fungibles’ (NFT, por su sigla en inglés). Es más: ¿sabe usted qué es un NFT?

“Un token es como una especie de moneda virtual que no está controlada por nadie –dice Restrepo–. Y en este caso, es no fungible porque no se consume por el uso”. Cuando la agencia AFP lanzó al mundo la noticia del célebre Beeple, su definición de NFT fue “un objeto virtual que puede ser una imagen, foto, video o fragmento musical con identidad, autenticidad y trazabilidad en teoría incontestables e inviolables, gracias a la tecnología conocida como blockchain, utilizada en criptomonedas como el bitcóin”.

Una obra digital capturada por escáner se puede incluir como realidad aumentada en un video, como estas piernas en la cámara de su computador, y luego convertirla en NFT.

Otra manera de entenderlo es por medio de tres características de un NFT que destaca el escultor Restrepo: la seguridad, la compensación para el creador y la democratización del arte. La primera se basa en la unión de dos códigos numéricos, una clave pública y una clave privada, que garantizan la procedencia de la pieza y el certificado de autenticidad, dos temas fundamentales al momento de evitar falsificaciones.

En cuanto a la remuneración, cada vez que una obra de estas se vende o se revende, el artista recibe el 10 por ciento del precio, de manera similar al funcionamiento de las regalías musicales. De hecho, en los NFT se eliminan intermediarios, pues las galerías y los comerciantes de arte no han entendido cómo entrar, según Restrepo: “En las grandes subastas tradicionales, el artista no recibe un peso. Está en el fondo de la pirámide del arte, los intermediarios se lucran pero el artista no”.

Y en tercer lugar, según este artista visual los NFT constituyen una plataforma para democratizar, porque el acceso al arte es mayor y más rápido. “Yo subí una exposición virtual con música de una famosa compositora inglesa que estaba dentro de un banco de sonidos pagados y la etiqueté. Dos horas después, ella se comunicó conmigo y ahora vamos a hacer una obra conjunta”.

Cabe aclarar que los NFT no están restringidos a las artes plásticas. El investigador digital y experto en mercadeo Gastón Barnechea cita este ejemplo: “Si eres un cantante, podrás darle acceso a un grupo de fanáticos para que tenga algún espacio determinado en todos tus conciertos. Ese acceso es el NFT, algo como una llave dorada que te lo brinda, se valida en la puerta y te permite entrar. Todo lo que quisieras brindar a esos seguidores lo podrás establecer en un contrato inteligente, con todas las condiciones transparentes para que todo el mundo las vea. De igual forma, si eres una marca de ropa, podrás darle acceso a un grupo de usuarios fieles de tu marca a colecciones privadas o adelantos de temporada que podrán comprar solo si eres poseedor de ese NFT. Si tienes un programa de lealtad, podrás darle algo diferencial al socio que posea ese NFT. Si eres una inmobiliaria, podrías ‘parcelar’ una propiedad y compartir las ganancias que esa propiedad genere, creando varios NFT de la misma. Esto cambia todo el juego de las transacciones que se puedan tener a futuro”.

Arte que no se puede tocar

La pandemia acabó de empujar al artista Restrepo hacia el mundo digital, pues varias exposiciones de sus esculturas, que debían inaugurarse en México y Estados Unidos a mediados del año pasado, tuvieron que cancelarse por los confinamientos: “Mis amigos chinos me escribían desde diciembre del 2019 sobre lo que estaba pasando y entonces me sugirieron reunir las exposiciones y convertirlas en una virtual”.

La muestra se llama ‘Amor Fati’ y se puede recorrer por medio de un computador o un celular. La ruta atraviesa un castillo, como si se tratara de un videojuego, y no solo impactan las imágenes de las obras creadas por Restrepo, sino el sonido, que cambia dependiendo del lugar: por aquí, una tonada musical; por allá, alguien declama un poema, o simplemente se escucha sonido ambiental.

Si usted la recorre con gafas de realidad virtual, literalmente puede caminar la exposición avanzando paso a paso y controlar lo que puede ver con un giro de su cabeza.

Otra escena virtual de la exposición ‘Amor Fati’, de Joaquín Restrepo.

Cuando usted lea esto, Restrepo estará viajando a Texas para inaugurar una exposición individual, abierta al público entre mayo y agosto en una configuración híbrida: durante el primer mes, sus esculturas, dibujos y pinturas se mezclarán con su exposición virtual Amor Fati. En el segundo mes, las piezas estarán acompañadas de obras en realidad aumentada. Y durante el tercer mes, se lanzarán nuevos NFT.

No es la primera vez que este creador de 36 años fusiona los dos mundos. La prueba tangible está sentada en la plaza central de Barichara y es la escultura en bronce de Belisario Betancur. Fue concebida como una pieza digital y, de hecho, la propuesta del artista fue un video hecho por computador (un render, como dicen los arquitectos). Su apariencia es tan fiel que solo faltan los vendedores de helados en la plaza.

Aprobada la idea, toda la obra se imprimió en 3D y a partir de eso se fundió en bronce. “Elaboré la escultura desde España –dice Restrepo–, aunque la impresora estaba en Bogotá. Todo lo controlaba con una aplicación en el celular y aquí, un asistente iba retirando lo que imprimía, limpiaba la bandeja y me avisaba para ir creando pieza por pieza la escultura completa. Con una cámara, yo revisaba el proceso. Si algo fallaba, desde el celular apagaba físicamente la impresora. Es la primera escultura monumental en Colombia que se hizo en formato digital, pasó por una impresora 3D y se convirtió en bronce”. En el camino, no faltaron procesos manuales, de lijado, de esculpido, de bruñido.

¿Qué hacer con un NFT?

Lanzarse al mundo de los NFT no es sencillo. Comenzando por los costos: un artista primero debe crear una ‘billetera’ digital, en la cual no hay billetes sino una moneda virtual llamada Ethereum (algunas plataformas utilizan otras criptomonedas). El simple proceso de subir una pieza a alguna de las plataformas (como Foundation, SuperRare o Nifty) puede costar entre 80 y 200 dólares. La pieza queda adherida a una billetera y se sabe quién la creó y quién autentica la cuenta (un proceso llamado minting).

Pero no basta con cargarla en la plataforma, sino que hay que ponerla ‘en lista’ para hacerla visible: otros 200 dólares. Y eso que aún no se ha agregado el valor de la obra en sí. Luego podrá cambiar el precio, pero deberá pagar 23 dólares adicionales. Y si al final desiste y prefiere eliminar la obra, debe salir de otros 19 dólares.

El panorama para el comprador es igualmente costoso: las obras se suelen adquirir por subastas en línea y la primera puja implica desembolsar 50 dólares. Y una vez que usted se hace a una obra, el proceso de reclamarla puede representar otros 100 dólares. Los precios pueden ser menores de los que se alcanzan en las grandes subastas del mundo real, pero una vez concluye la subasta, usted podría preguntarse: ¿Y ahora qué hago con este NFT?

El artista Joaquín Restrepo trabajó con Débora Arango, David Manzur y ahora esculpe con máquinas robotizadas como esta de cinco ejes.
Foto: Juan Diego Cano – EL TIEMPO

Para exhibir ante sus amigos su nueva adquisición puede usar alguna pantalla inteligente que se conecte con la plataforma que la aloja. Hay portarretratos digitales, como los fabricados por la firma Infinite Objects, que leen códigos QR y reproducen NFT muy elaborados, con video en 360 grados o experiencias interactivas.

También están previstas exhibiciones públicas: “En Nueva York –cita Restrepo– hay grandes pantallas exteriores en las que se están exponiendo NFT de forma constante. Yo he estado buscando sitios de exposición para visibilizar NFT de artistas colombianos”.

A la vez, quienes crean arte en este formato se vuelven también coleccionistas, pues cuando logran vender una pieza, les queda una cantidad extra en su billetera virtual y tienen tres caminos: subir otros NFT, sacar el dinero al mundo real o comprar piezas de otro artista. Ya hay numerosas iniciativas para hacer exposiciones curadas con varios de estos tokens.

Sin embargo, el optimismo no se respira en todas partes. El reconocido artista colombiano Nadín Ospina, quien hace años viene utilizando las herramientas digitales, es contundente: “Para mí, que soy un artista al que le interesa la producción física de la obra de manera especial, esto resulta un misterio (…) Por ahora, y con las cifras especulativas que se manejan, me parece solo el último movimiento del hamparte”.

Ospina desconfía de este tipo de medios, pues valora la experiencia física de una obra: “Quizás en un futuro, cuando la impresión 3D o la holografía se desarrollen y sean accesibles, sí serían medios interesantes para mí”.

En el mismo sentido, el editor de la revista Arteria, Diego Guerrero, encuentra extraño que como NFT se hayan vendido poemas, memes e incluso el primer tuit de la historia (como en efecto lo vendió el CEO de Twitter, Jack Dorsey, por 2,9 millones de dólares). “En el fondo, sigue siendo un mercado especulativo, en donde un artista está compitiendo contra millones de personas que no lo son”, afirma el periodista.

A juzgar por las cifras, los NFT llegaron para quedarse. Según el sitio web NonFungible.com hay más de 10.000 billeteras virtuales activas y se han vendido más de 23.000 obras NFT. El escultor Restrepo pronostica su éxito: “Si se concreta la idea de Elon Musk de viajar a otros planetas, el arte que nos vamos a llevar allá serán NFT”.