por Salvatore Laudicina

Un recuerdo de adolescencia junto a su mejor amigo Mateo Blanco, de esos que siempre se llevan en el equipaje del corazón, y quizás el más importante de su vida artística,  se apodera de Joaquín Restrepo y le roba una sonrisa:

“Yo soy muy introvertido y él es extremadamente extrovertido. Ese día,  saliendo del colegio, recuerdo que le dije ‘Mateo, quiero conocer a Débora Arango’. En ese momento, él lanza mi maletín al interior de la casa. Yo me quedé inmóvil”, dice.

Segundos después, a la velocidad del rayo, agrega: “Cuando abrieron la puerta y nos invitaron a pasar, yo no lo podía creer. Fue ahí cuando cumplí mi sueño y ella me dijo que quería pintar mis ojos”.

El nombre de Mateo no se separa ni un momento de sus labios. Él es su cómplice, el culpable de que haya podido encontrarse frente a frente con la artista que levantó más polémica en la historia del arte colombiano, y darle inicio a una historia que hoy divulga su nombre en países como China.

Joaquín es de risa franca, buen conversador, amable y extremadamente generoso para compartir sus experiencias. Pese a los triunfos alcanzados con esfuerzo y disciplina, ha trabajado junto al artista David Manzur después de años enteros de férrea insistencia y determinación, aún no se considera un maestro.

Su pasión por aprender cada día cosas nuevas lo convierte en un eterno aprendiz del arte. Un hombre cuyo único propósito es devolverle a la vida las bendiciones que le ha obsequiado a través de creaciones que trasciendan en el tiempo y en los recuerdos de aquellos que las observen.

¿De donde nace la inspiración de Joaquín Restrepo para crear sus esculturas?

Existen dos tipos de artistas: los que están mirando el mundo exterior y los artistas ensimismados. Yo soy una mezcla de ambos.

Mi obra es el conjunto de mis emociones, mis experiencias y mis pensamientos.

¿Cómo define su obra artística?

Busco que mis creaciones artísticas sean atemporales, que tengan un toque de misticismo.

En su adolescencia, usted hizo un listado de los artistas que admiraba, ¿quiénes lo influenciaron a la hora de crear su propuesta?

Cuando yo comencé en el mundo del arte, terminé estudiando con los que más me interesaron de la lista: Débora Arango,  la artista norteamericana Ethel Gilmour  y David Manzur.

Ellos fueron una gran escuela no sólo para mi vida artística sino también para mi vida personal.

En los comienzos de su carrera, fue alumno de la prestigiosa artista colombiana Débora Arango ¿Joaquín, el artista, sufrió una transformación radical durante el proceso?

En esa época todavía no existía Joaquín Restrepo, el artista. Yo estaba en una búsqueda y encontré en la obra de Débora Arango un gran referente para encontrar mi propia esencia.

La fuerza de Débora fue algo que me marcó muchísimo. Como artista, ella siempre fue fiel a su esencia. Nunca le importó lo que pensaran los demás de sus creaciones. Ella siempre me decía que siempre fuera fiel a mi corazón, que aprendiera a ser fuerte y que respetara mi sentir como artista.

También fue aprendiz del artista colombiano David Manzur, después de muchas negativas, ¿por qué fue tan difícil convencerlo?

David es un hombre muy solitario y hermético por su historia de vida. Tuvo una crianza muy difícil en Europa –vivió la segunda guerra mundial- y creó una personalidad para auto-protegerse.

Es muy curioso porque él cerró su taller en 1984, el año en el que nací. Cuando lo conocí, me dijo: “Por mi taller pasaron 18 mil 600 estudiantes, yo ya dije todo lo que tenía que decir”.

Fueron 4 años de insistir y de que él me dijera que no. Un día, después de muchos intento, finalmente me aceptó.

A partir de ese momento se creó un vinculo muy especial entre nosotros. David no sólo fue mi maestro, también se convirtió en mi amigo y en familia ya que toda mi familia estaba en Medellín.

A través de sus esculturas, usted apoyó el trabajo social de la Fundación “Corazón Verde” que trabaja por los damnificados del conflicto armado en Colombia, ¿cómo se da su acercamiento a esta causa?

Yo tuve la bendición de nacer con muchos privilegios y desde muy niño sentí la necesidad de retribuirle a la vida por tantos regalos a través de la labor social.

Antes de trabajar con Corazón Verde,  estaba vinculado al trabajo en pro de los más necesitados. En mi niñez fui misionero y eso me permitió vivir experiencias muy enriquecedoras para mi formación como ser humano.

Luego, cuando llegué a Bogota y me dediqué  a la vida universitaria y al taller del maestro Manzur, no me quedó tiempo de continuar con este tipo de actividades.

Mi trabajo con la fundación se dio de una manera muy especial: A David (Manzur) le llegó la invitación de ellos para una exposición de mariposas –la tarjeta tenía forma de una- y coincidencialmente yo había creado una mariposa para un trabajo de la universidad.

Cuando David la vio, le encantó y llamó a los miembros de la junta directiva de Corazón Verde para que ellos la conocieran y la incluyeron dentro de la selección de mariposas que haría parte de la exposición.

Su obra “Ventana” recibió elogios por parte de grandes personalidades del país. Incluso, el expresidente Belisario Betancourt afirmó que usted“ es un artista ungido por los dioses” y que, a pesar de su juventud, ya es “todo un maestro”. ¿Se considera un maestro?

Jamás, me falta mucho para serlo. Recuerdo que el ex-presidente Betancourt me escribió una carta, pero yo no entendía su letra. Entonces se la envié por correo electrónico a mi hermana para que ella la leyera y me dijera lo que decía.

Cuando la leyó, casi me da un infarto. Eran palabras muy grandes para mí .

Usted fue invitado a una exposición muy importante en Shangai (China) ¿Cómo se dio la invitación?

Recuerdo que cuando estaba en la Universidad, decía que el primer mercado que quería abrir era el de China.

Mientras seguía con mis otros proyectos, toqué algunas puertas para llevar mi obra a este país pero no obtuve grandes resultados.

Un día me llegó un correo electrónico del director del pabellón latinoamericano en Shangai diciéndome que le enviara obras ya que estaba organizando un salón de artistas jóvenes para una de las dos ferias que se organizan en este país durante el transcurso del año.

Recuerdo que yo le respondí y le envié algunas obras y él a los 10 minutos me respondió que estaba aceptado. Finalmente, se exhibieron 2 de mis trabajos. Fue algo muy emocionante.

En algún momento de su vida ¿Retomará su faceta de músico?

La verdad, me encantaría. Me muero de ganas. En mi niñez,  yo tocaba el violín y luego me enamoré del canto. Infortunadamente, la voz se me partió en dos.

Sin embargo, quiero apoyar músicos y compositores en un proyecto donde yo pueda ser el productor ejecutivo. Eso sería fascinante.

¿En qué proyectos se encuentra trabajando actualmente?

Estamos organizando una subasta en honor al artista colombiano Eduardo Ramírez Villamizar. También estamos preparando otra con la Fundación Matamoros.

Después viajo a Beijing para participar en una exposición colectiva y para finales de año una exposición en la Galería Casa Cuadrada de Bogotá.

¿Qué consejo le daría a los adolescentes y jóvenes que desean dedicarse al arte?

Que no crean nada de lo que les digan. La realidad es muy distinta. Llegar a una galería no es lo mejor que le puede suceder a un artista.

Lo más importante que le puede suceder a los artistas es creer en la obra que están haciendo, perseverar y mantenerse.

A lo largo de su carrera, ¿cuáles han sido los obstáculos más difíciles de superar?

Cuando decidí volverme artista, yo no sabía ni dibujar ni pintar. Lo mío eran los computadores.

En el proceso de aprendizaje, entendí que el oficio y la técnica se puede aprender pero lo que se va a comunicar con tu creación es algo que nace del alma y eso es lo verdaderamente complicado.

Abrirme las puertas y hacer que las personas creyeran en mí y en mi propuesta fue muy difícil. Mi carrera es el resultado de mucha disciplina, pasión y perseverancia.

Muchos relacionan el mundo del arte con el dinero y el reconocimiento, ¿lo económico es una prioridad para Joaquín, el artista?

Cuando uno se lanza de artista, tiene que vender sus obras en la calle para buscar que alguien se fije en su obra y compre alguna.

En los últimos 50 años, sólo se escuchan 5 nombres de artistas exitosos y adinerados en Colombia. El resto, suben y caen.

Para mí,  es más importante conseguir dinero para producir obras que producir obras para hacer dinero. Esa es mi verdadera prioridad.

Fotografías:

Andrés Gómez & Germán Velásquez