Cada pieza fue ubicada estratégicamente para evocar una conexión entre lo barroco y lo contemporáneo. Las figuras invitan a una meditación visual en un entorno cargado de historia y significado. Inspiradas en las prácticas de San Ignacio, las esculturas adoptan posturas de plegaria y agradecimiento. Esta distribución genera un recorrido ritual que conecta lo divino y lo humano.